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Patios de Santa Marina y San Agustín: huella literaria y convivencia vecinal

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Los patios cordobeses tan vividos. El poyo circular, abarrotado de macetas. El pozo descentrado. Las flores cantando más que pájaros en la jaula del tiesto… Así empieza Los Patios, el poema que el escritor cordobés, Antonio Gala, dedicó a la festividad en 1977. Estas palabras se pueden recordar desde el patio Chaparro 3, de la ruta 2 Santa Marina-San Agustín, donde los vecinos de las seis casas del recinto han brindado su homenaje al autor fallecido el pasado año. Entre el color que aportan las flores destaca este rincón a Gala ante el que los visitantes se detienen a observar, entre otras cosas, emblemáticos poemas, bastones y un pañuelo que desde la Fundación que lleva el nombre del autor les han prestado a los vecinos. En este patio de la segunda ruta se pueden observar especies de mediano y gran porte que prosperan entre los arriates, un lujo que los visitantes pueden grabar en la retina, ya que, no se pueden realizar fotografías, «si lo pones en internet ya te salen fotos, lo suyo es que la gente lo vea con sus ojos, no con el móvil», indica Agustín Salado, uno de los vecinos, quien va explicando al público los secretos de este micro-universo.

Gala no es el único poeta que evoca este recorrido por la ruta 2 de los Patios de Córdoba, al entrar en Ocaña 19, se puede apreciar una figura de Federico García Lorca y un recorte de periódico de Diario CÓRDOBA, donde se le explica al visitante que el poeta granadino estuvo allí. Fue en 1935, cuando Lorca vino a pasar la Semana Santa en Córdoba, por lo que anduvo por el barrio y conoció tabernas como las Beatillas, cercana a esta casa, así lo explica su propietaria, Toñi Lucena.

En el barrio de San Agustín, la historia vuelve a conjugarse con la poesía, en el patio Parras 6 se crió el poeta cordobés Pablo García Baena, perteneciente al Grupo Cántico y premio Príncipe de Asturias de las Letras. Aquí se encuentran Rafael y Javier Lucena, quienes han decidido abrir las puertas de esta casa tras el reciente fallecimiento de su madre Chari, legendaria cuidadora del recinto.

«Son entes vivos, no un escaparate»

Si algo caracteriza a esta ruta es la esencia del saber reinterpretar en pleno siglo XXI la filosofía de esta fiesta, donde los vecinos trabajan en común para cuidar sus plantas, además de convivir entre ellos alrededor del patio, un espacio que va más allá de una zona de paso. «Nos reunimos, tomamos el aperitivo, incluso algunos días hacemos un perol», indica Jose María Sabalete, vecino de Marroquíes 6. En este patio habitan 12 familias y varios artesanos que también tienen su taller en el interior. «Desde luego que aquí es para perderte y echar un buen rato», indica Milagros, una visitante que le toma una foto a su marido e hijo frente a uno de los rincones del patio. «La gente aprecia el trabajo que hacemos durante todo el año», indica el vecino, y no es para menos, ya que en este entramado de mini callejitas hay más de 3.000 plantas.

Zarco 13

Patio de Zarco 13. / Víctor Castro

No obstante, aunque no todas las casas acojan a varias familias, la cercanía de las viviendas hace que los vecinos colaboren los unos con los otros. «Los patios de la Axerquía es donde nació el concurso de patios, son muy tradicionales, en los que hay convivencia vecinal, nos echamos una mano unos a otros. Son entes vivos, no un escaparate. Hay que recordar que el reconocimiento es al Patrimonio Inmaterial, a la idiosincrasia de los patios, al espíritu vivo», así lo indica Santiago Hernández de Zarco 13. El cuidador, quien sigue el legado de su abuela, vive estos días con gran intensidad y pendiente de mantener sus ejemplares, más aún porque todavía no ha pasado el jurado, y ya ha tenido que solventar algún percance, puesto que en la jornada de ayer, por conseguir la foto perfecta, un visitante rompió una de sus macetas.

«Ya vamos a estar comiendo flamenquines», así alentaba la guía del grupo de 55 personas procedentes de Loja la espera en la cola del patio Tafures 2, un recinto más pequeño donde dos buganvillas roban el protagonismo a la llegada de cada visitante. Las colas de este recinto se mezclan con las de Zarco 15, donde esperan Esteban y Luciana, una pareja de argentinos que han viajado a Córdoba con la pequeña Inés de 3 años, la pareja sale embelesada de cada patio que visitan de esta ruta, ya que aunque «las flores son hermosas», el hecho de pasear y perderse por las calles de Santa Marina y San Agustín es algo único, «es increíble el encanto de estas callejitas finitas con las piedras del suelo, nunca había visto algo así».

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