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El editor de Clarín Fabián Bosoer fue incorporado a la Academia de Ciencias Morales y Políticas

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El editor de la sección Opinión de Clarín, Fabián Bosoer, fue incorporado este miércoles a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, donde ocupará el sillón Esteban Echeverría.

«Llega ahora a esta Academia un representante de la ‘Generación del 83’, quienes estrenamos la mayoría de edad con la guerra de las Malvinas y adquirimos la conciencia de lo que significaba la reconquista del sufragio y el ejercicio de nuestra ciudadanía durante la desembocadura final de la última dictadura y el inicio del camino de recuperación de las libertades, del imperio de la ley y la Constitución nacional y el Estado de Derecho. De la construcción de una República democrática y de un Estado legítimo», expresó el flamante académico en su discurso de ingreso, «El liderazgo presidencial de Raúl Alfonsín y los fundamentos de la República Democrática».

«Quien dice ‘transición del autoritarismo a la democracia’, dice también, transición del pensamiento cerrado al conocimiento universal, del oscurantismo al avance de los saberes, las ciencias y las artes. Caminos –el de la política y los de la sociedad- abiertos a la incertidumbre y los riesgos inherentes a la vida en libertad que no siempre, y no por lo general, fueron- y van- al compás y en sintonía», reflexionó.

Luego de rescatar la emergencia de la ciencia política -ya no como hermana menor de la sociología- en aquellos tiempos, Bosoer dijo que en esa etapa los países latinoamericanos «se encontraron, entre otras cosas, ante el desafío de superar la oscilación pendular entre la concentración del poder presidencial y su neutralización

«La hipótesis que se sostiene postula que la recuperación de la democracia en la Argentina no trajo consigo la restauración del presidencialismo que rigió de manera predominante e intermitente a lo largo de gran parte del siglo XX, sino la búsqueda de uno de diferente tipo, capaz de superar exitosamente los obstáculos que obstruyeron o frustraron en el pasado la consolidación de un régimen democrático», al que Bosoer califica como «presidencialismo temperado», aunque intensivo.

El editor de Clarín rescató entonces a Alfonsín como una rara avis, que «implicó la búsqueda de un poder Ejecutivo que debería hacerse fuerte a través de su auto-limitación: un presidencialismo auto-limitado como condición de un poder Ejecutivo robustecido, desafiaba simultáneamente el modelo de presidencialismo fuerte de Hamilton y el modelo de equilibrio de poderes de Madison, en una limitación que proviene del propio titular del poder Ejecutivo, y no sólo del sistema de frenos y contrapesos.»

«Así lo entiende Alfonsín al asumir un papel innovador al frente del poder Ejecutivo: si “sólo el poder contrarresta el poder”, entonces la estrategia consistiría en promover y dotar de marcha propia, junto al Ejecutivo, a los otros dos poderes que: el Judicial y el Legislativo. Los tres poderes debían actuar de manera autónoma y convergente para llevar adelante una dinámica institucional que hiciera prevalecer la estabilidad y consolidación del sistema democrático frente a los factores exógenos y problemas endógenos que dificultaban esta consolidación.»

En esa búsqueda de equilibrar la marcha con el freno, el presidente de la restauración democrática no recurrió a otros recursos y atribuciones presidenciales, como el de las intervenciones provinciales: por primera vez un gobierno constitucional terminaba su mandato sin apelar a ese recurso. Entre el ‘83 y el ‘89, se firmaron sólo diez decretos de necesidad y urgencia.

Luego Alfonsín, siguió reflexionando Bosoer, hubo seis alternancias entre gobierno y oposición, contando la sucesión entre Javier Milei y Alberto Fernández. «Esto quiere decir que ningún partido retuvo la presidencia por más de tres períodos, a lo que se suma que tras el colapso del bipartidismo imperfecto en el 2001, lo que tendió a producirse es la formación de coaliciones dominantes de distinto signo antes que el trasvasamiento a un partido dominantes o fuerza hegemónica.»

El editor de Clarín, Fabián Bosoer, en su discurso de ingreso como miembro de la Academia Argentina de Ciencias Morales y Políticas.El editor de Clarín, Fabián Bosoer, en su discurso de ingreso como miembro de la Academia Argentina de Ciencias Morales y Políticas.Ese repaso da cuenta de la reconfiguración del sistema politico argentino, bajo unas cuantas de las formas tradicionales pero incorporando «los cambios y fenómenos emergentes de la Argentina pos-crisis y pos-pandemia, un ciclo que cubre poco más de veinte años, y se cierra (¿se cierra?) con la llegada a la presidencia de Javier Milei, primero que llega como outsider, y sin experiencia de gestión, enfrentando a las dos fuerzas o coaliciones pre-existentes y hasta entonces mayoritarias, y encontrándose en minoría en ambas Cámaras del Congreso, como producto precisamente del sistema electoral surgido de la reforma del ‘94.»

«La tensión entre las reglas de juego del régimen político, el ejercicio del poder presidencial y las lógicas agonales del conflicto político merecerá distintas lecturas. Hay una corriente de interpretación que tiende a considerar que la variable principal es la orientación ideológica de un gobierno, el contenido de sus políticas o la personalidad de un gobernante, antes que el propio funcionamiento institucional y las condiciones de la gobernabilidad democrática; entendiendo a esta como aquella que dota a los gobiernos con legitimidad de origen, de capacidades para llevar adelante sus políticas; y a las sociedades, de las garantías y mecanismos para que el poder no sea ejercido de manera arbitraria o discrecional.»

Así surgieron «gobiernos que se consideran llamados a protagonizar epopeyas refundacionales, o salvatajes de una Patria en peligro, u oposiciones empujadas a asumir un papel contestatario, reactivo o testimonial, tienden a entender la continuidad en el poder como perpetuación y el cambio o alternancia como una ruptura que implicaría un cambio de régimen.» Ese condicionante -concluyó el académico- «sigue pesando sobre las posibilidades y oportunidades de avanzar hacia una democracia que no siga dependiendo tan fuertemente de la existencia –o la vacancia- de un liderazgo presidencial de carácter decisionista y del éxito o fracaso de una gestión de gobierno.»

«Nuestra historia está marcada por antinomias y antagonismos persistentes. También, por amalgamas y confluencias, evoluciones que a veces –y por lo general- no son percibidas en el devenir del tiempo por sus propios actores, en el fragor de un presente continuo. Atrapados en la dimensión agonal de la política, soslayan su dimensión arquitectónica«, cerró Bosoer, quien se despidió con su propia declaración de principios: «Viva la libertad, la igualdad y la fraternidad.»

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