18.9 C
Buenos Aires
HomeSociedadCarnavales en el Teatro Colón: máscaras, cancán y el curioso reglamento "fiestero"...

Carnavales en el Teatro Colón: máscaras, cancán y el curioso reglamento “fiestero” de la Década Infame

En plena Década Infame, el Teatro Colón de Buenos Aires fue uno de los mejores lugares para dar rienda suelta a los sueños de las noches de verano. 

Fue entre 1934 y 1937 cuando la mayor sala lírica del país organizó “Bailes de Fantasía”, es decir, bailes de Carnaval, pero a su modo. 

Ya desde entonces, se agigantaba cada año la idea de “tirar la casa por la ventana” mientras el significado litúrgico del Carnaval disminuía un poco más con cada nuevo calendario.

Más que una agenda de privaciones y austeridad cristiana, todos los festejos tendían a la abundancia, antes de que cayeran encima los 40 días de la Cuaresma que precederían a la Pascua. Sin embargo, enmarquemos lo de “tirar la casa por la ventana” a los tiempos que corrían.

Para empezar, nadie quería poner en juego el prestigio del teatro lírico que había nacido en 1852 para competir con la Scala de Milán, el San Carlos de Nápoles y La Fenice de Venecia

    

Carnavales en la Década Infame


Desde 1933 y hasta el fin de la Década Infame, en 1943 (agreguemos “plus” detrás de “década”), la dirección del Teatro Colón estuvo bajo la batuta del músico Juan José Castro.

Tras el sablazo militar de José Félix Uriburu, que derrocó al presidente democrático Hipólito Yrigoyen, el destino y la administración de la sala magna del bel canto nacional recayó en manos de la Municipalidad porteña; un período que para unos cuantos fue el más fructífero. 

Fue esa gestión, por ejemplo, la que en 1936 trajo a Buenos Aires al mismísimo Igor Stravinsky para dirigir su Perséphone, con traducción de Jorge Luis Borges y narraciones de Victoria Ocampo. 

Baile de Carnaval en el Teatro Colón. En una noche muy concurrida, mujeres bailan el famoso cancán que Jacques Offenbach compuso para su opereta Orfeo en los Infiernos.

Los bailes de Carnaval en el Teatro Colón arrancaron en 1934, un año que debía ser a lo grande, según pensó Juan José Castro. 

A tono con el contexto culturalmente ambicioso, en 1934, el maestro Carlos Olivares tenía todo listo para presentar la Asociación Argentina de Conciertos. 

Ese mismo año, también se inició la obra del Kavanagh, el edificio más alto de América del Sur y con estructura de hormigón armado. En Buenos Aires se inauguraba el primer tramo de la actual Línea C de subterráneos, que unía Constitución con Retiro.

Lejos, en Mar del Plata, se incendiaba la Rambla y más lejos aún, en Formosa, un malón de aborígenes forajidos destruían un pueblo entero -Florencio Carvajal-, pero eso no detendría lo que ya era imparable: la civilización

Teatro Colón en Carnavales


En pleno febrero, se promocionaban los bailes de Carnaval en el Colón como un espacio fresco para combatir el estío. No se precisó mucho más para que la mitología porteña completara el relato con la leyenda de las barras de hielo sobre la cúpula del teatro, que se colocaban para amortiguar el calor de los asistentes.

Las butacas se retiraban y se nivelaba el piso para que los participantes pudieran bailar sin tropiezos. Al escenógrafo Héctor Basaldúa se le encargaba la ambientación y, en general, el vestuario respetaba las puestas originales de cada melodía. 

Los encuentros tenían una temática y una programación que se anunciaba días antes en los medios o mediante cartelería pública. 

El o los días indicadas, el Colón abría sus puertas a las 21 horas, pero la función de Carnaval comenzaba a las 22 horas

En general, había dos segmentos. En la primera parte, nobleza obliga, se honraba algún autor del repertorio habitual de la casa. Por ejemplo el Vals del Emperador de Johann Strauss; el cancán que Jacques Offenbach compuso para su opereta Orfeo en los Infiernos; o el final de la obertura de Guillermo Tell de Gioachino Rossini.

El éxito de la primera película sonora del país, Tango (Luis Moglia Barth, 1933), protagonizada por Tita Merello y Luis Sandrini, llevó la melodía del arrabal al Colón en carnavales.


Al Colón en Carnavales


A partir de la medianoche, otro era el cantar. Porque ahí sí que comenzaba la gran fiesta con un segundo bloque que honraba ritmos más populares como el fox trot, el jazz e incluso el pasodoble o, claro que sí, el tango tan de moda. 

No olvidemos que en 1933, Argentina ingresó a la modernidad tecnológica gracias a Tango, la primera película sonora de nuestra industria cinematográfica, con Luis Sandrini y Tita Merello, dirigidos por Luis Moglia Barth. 

En el segundo bloque de la noche, el baile podía durar hasta las 4 de la madrugada, hora en que el teatro cerraba sus puertas y no había bis.

La platea se reservaba a los bailarines, pero el que no quería bailar, podía ubicarse en palcos, tertulias y cazuelas, para seguir la fiesta agitando el generoso cotillón que se repartía entre los asistentes.

Máscaras de Carnaval: una ríe y la otra llora. Thalía era la Musa de la comedia y Melpómene, la de la tragedia. El Carnaval es la última carcajada antes de la tristeza de la Cuaresma.

Baile de máscaras


Desde luego y para aumentar el misterio, era lícito asistir ocultando el rostro tras máscaras de carnaval. Pero quien las usaba debía respetar ciertas reglas, como por ejemplo no andar asustando gente por galerías y palcos, que en general se cerraban con llave, si su ocupante lo quería.

El momento culminante de la noche sucedía cuando se elegía a Miss Teatro Colón entre las bailarinas y al Dios Momo entre los varones.

En pleno gobierno de facto del general Agustín P. Justo, la ley y el orden eran esenciales incluso en los festejos, y había reglas de oro para celebrar el Carnaval en el Teatro Colón de Buenos Aires:

  • Las mujeres se ubicaban en el sector conocido como cazuela, un sector absolutamente vedado para los hombres.
  • Los asistentes, tanto hombres como mujeres, debían presentarse “vestidos decentemente” y “no se permitía el ingreso de personas “vestidas de manera indecorosa”.
  • “Cualquier persona que se propase, ya sea de palabras o con ademanes indecorosos, faltando de este modo el respeto al público, será expulsado del teatro”, rezaba la regla Nº 10.
  • Estaba prohibido fumar en cualquier punto del Teatro Colón y a partir de la 1 de la madrugada, el que quería salir aunque sea para tomar aire, no volvía a ingresar.
  • El foyer del Teatro estaba abierto al público, pero los asistentes no podían andar por los pasillos a su antojo: todas las puertas y ventanas estaban con llave

El reglamento del Baile de Máscaras, que contaba con 12 puntos, se hacía cumplir dentro y fuera del recinto del teatro, tanto por personas que llamaban al orden como por personal del Departamento de Policía, “encargado de hacer observar este reglamento en todas sus partes”.

También te puede interesar

Mas noticias
NOTICIAS RELACIONADAS