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La chica que perdió una pierna en Cozumel y le hace reset a la vida: “Ya me animé a bailar”

Un torbellino de sensaciones vive Luz Arias por estos días, por cierto muy intensos. En menos de un mes se enteró que el influencer Santiago Maratea, luego de otra de sus colectas solidarias, lograba reunir los 13 millones de pesos para conseguir “la mejor prótesis posible, una electrónica, que tiene un microchip y se puede manejar a través de una aplicación”, describe.

Ahora el aparato se encuentra en la etapa en la que hay que ajustarla a las necesidades de la joven bahiense, trabajo que está realizando un ortopedista especializado. “Mientras tanto, me voy manejando con bastones, silla de ruedas y una prótesis mecánica provisoria, pero por ahora siempre con ayuda del prójimo”, dice Luz respecto de su movilidad .

Luz, que vive en Bahía Blanca, le confiesa a Clarín que está empezando a escribir el libro de su nueva vida. “Tuve una realidad hasta mis 28 años y ahora, con 29, tengo que resetearme, arrancar de cero y lo fundamental es asimilarlo, sostenerme y aguantar mis altibajos, que entiendo son lógicos. Por suerte está mi familia, que me contiene en esta realidad impensada pero realidad al fin”, acepta con un estoicismo envidiable.

A mediados de febrero, junto a su hermana melliza Laura, Luz viajó a las playas de Cozumel, en México, “a recorrer, disfrutar y conocer otros mundos”. El 26 de marzo recorriendo en moto la paradisíaca isla con su amigo, también bahiense Darian Stacco, “el mundo se me apagó en un segundo fatal”.

“No me pongo la prótesis y camino, no… El proceso es complicado, incómodo y doloroso, pero hay que meterle ganas”, cuenta Luz.

Un patrullero se les vino encima y los embistió. “Darian quedó tirado lejos de mí, inconsciente, y yo tengo un recuerdo borroso, en el que me acuerdo también tirada, muy golpeada y dolorida. Creo que me desvanecí y me desperté en el hospital”.

Ella presentaba heridas en la cara y en el costado derecho, donde tenía el brazo fracturado y la pierna seriamente dañada. Los médicos que la atendieron le comunicaron que había que intervenirla quirúrgicamente cuanto antes.

“Antes de dormirme, uno de los cirujanos, creo, me dijo que harían lo posible para salvar la pierna. Yo sabía que estaba comprometida pero uno siempre guarda la esperanza. Cuando desperté de la operación y levanté la sábana y me vi… fue un shock que no esté la pierna… El momento más difícil de todo este lapso de seis meses”.

Entre aquel 26 de marzo y esta segunda semana de septiembre Luz siente de que “pasaron como tres vidas en el medio”. Dos semanas después del accidente, junto a su hermana Laura, ya estaban en Bahía Blanca, traída por su mamá Roxana y su hermano Walter, que viajaron a buscarlas. 

“Pensá que la idea, antes del accidente, era quedarnos. Yo trabajaba y quería conocer esa vida itinerante, con más oportunidades, viste. Es imposible que no piense en esos tiempos tan recientes, pero acá estoy, haciendo un gran esfuerzo y a veces no todo es como uno quiere”, revela mientras toma mate en el departamento que alquila con su hermana.

“Tengo mis días difíciles, llenos de altibajos, pero sé que así será un tiempo. Confío en mi fuerza de voluntad”, expresa Luz Arias.

Altibajos, bajones, frustraciones, limitaciones, imposibilidad, dependencia, dolores. “Soy un cóctel explosivo”, grafica risueña. “Por suerte tengo una personalidad que me ayuda. Soy de ir para adelante, no me reprocho, ni me culpo… Nada puede cambiar lo que pasó, entonces soy puro presente y mi presente consiste en muchas horas por día de kinesiología. Debo reforzar la zona del muñón, la ingle y el glúteo para que la prótesis electrónica calce bien, pero mientras estoy dando los primeros pasos con la mecánica”.

Una invitación irresistible

No dudó, confiesa, cuando la invitaron a bailar sus amigas. “Al principio quería ir, me moría de ganas, pero también me daba cosita, no sé, por suerte no me quedé encerrada en mi casa, fui y eso me gusta de mí”.

Bailé como pude música electrónica, me moví en el lugar, me reí y me hizo sentir bien… Si puedo hacer algo para oxigenarme, allí estaré, sabiendo que nada será como antes, pero ser tenaz contribuye a mi objetivo: ser lo más parecida a la que era… Y estoy en ese camino. Tengo mucho por hacer, soy joven y la vida me dio esta oportunidad, que podía no habérmela dado… ¿entendés?“.

Fines de marzo último, a 72 horas de la operación en México, Luz volvía a sonreír.

Está muy agradecida, reitera, a Santiago Maratea que ya la había ayudado cuando estuvo internada en México y tenía que pagar un dineral por todos los cuidados médicos y las cirugías. “En aquel entonces, vía redes sociales, se había comprometido a darme una mano con las prótesis.. y cumplió”, recuerda.

“En una semana consiguió como 13 millones de pesos para tener la mejor prótesis posible, la que me permitirá tener una vida un poco más digna. Estoy muy en deuda con él, que motorizó la colecta, y con todo el pueblo argentino que colaboró”, dice.

Reconoce Luz que a veces no puede parar su angustia por el constante volver a empezar. Que va saltando etapas todo el tiempo y no termina de adaptarse a una. Pero entiende que “así es el proceso”.

“Después de la cirugía tuve que salir del golpe anímico, luego, pensar en una silla de ruedas, de ahí a los bastones y ahora la prótesis mecánica para luego empalmar con la electrónica”, rememora.

Cada tanto irrumpe en su mente retazos de la secuencia del accidente sucedido hace casi medio año. “No me animaba a ver el video que circulaba en las redes, tomado de las cámaras de la calle, pero al final me armé de coraje… Ufff, no podía creer que los que volaban fuéramos Darian y yo… y sobrevivimos a eso. Faaa. ¿Arrepentimientos? No, no caigo en esas cuestiones que no sirven más que para cagarte la vida. Alquilar esa moto fue el resultado de una serie de malas decisiones, pero queríamos hacerlo y ya está”.

Darian Stacco es un amigo de la vida de Luz y su cuadro clínico general era gravísimo. Estuvo en coma más de un mes y como dice su luchadora mamá Marcela Paz: “Dari era un cuerpo abollado”.

Pasaron meses insoportables, operaciones complejísimas y, “como un titán”, Darian está saliendo adelante. Acaba de retornar a Bahía Blanca luego de todo este tiempo en Buenos Aires. “Ayer estuve con él, no lo podía creer, fue una alegría inmensa verlo así, tan bien”, expresa Luz.

Comenta que venían estando en contacto vía Whatsapp y videollamada, pero que verse fue “muy movilizante”, aunque fue un rato muy cortito porque él tenía cosas que hacer. “Igual me hizo muy bien encontrarme, sentirlo, porque la última vez que estuvimos juntos estábamos tirados en el piso en otro país y con las horas contadas. Yo sé que Dari debió pasar por un montón de situaciones complicadas, pero tiene unas ganas de vivir tremendas… En los próximos días nos vamos a volver a ver”.

Así quedó la moto en la que Luz y Darian viajaban por Cozumel, tras ser impactados por un auto de la policía.

Le cuesta ver el futuro a Luz, cuando dice que necesita mucho del aquí y ahora. “Pero cada tanto me tomo licencias y me pongo a volar y sabés… no quedé traumada con el tema viajes, al contrario, quiero en algún momento reanudar ese que debí interrumpir, no sé si a Cozumel, o a otro destino, pero para eso tengo que sentirme bien, tener dominada a la prótesis y confiar en mi autogestión. Hoy no confío, dependo que el otro me dé una mano”.

El trabajo es otro tópico en la columna de “pendientes”. Tiene dos tecnicaturas Luz, una como despachante de aduana y la otra en la rama de logística. “No tengo el título pero podría empezar a trabajar como auxiliar, algo que me gustaría en un futuro, por supuesto. Pero sé que son cosas que hoy tienen que postergarse, porque toda mi energía está depositada en mi recuperación”.

Constantes mensajes de aliento recibe en sus redes sociales, “que resultan de mucho estímulo y energía, es importante saber que estás en el pensamiento del otro. Gente que me cuenta que atravesó por cosas parecidas o que sus familiares, con esfuerzo y decisión, superaron el obstáculo. Y mi teléfono explotó cuando Santi Maratea me arrobó en sus redes. Fue una hermosa locura, no sabés cuánto me levantaron esos posteos. Son de mucho sostén porque te juro que hay días en los que no doy más”.

No quiere ser ejemplo de superación ni recurre a la palabra resiliencia. “Lo que más extraño es la normalidad, el tener un día como los de antes, simplezas que uno no le da bola hasta que las pierde. Por eso hoy estoy trabajando para volver a ser, aunque parezca imposible quiero tener una vida más allá del accidente, ¿entendés?, tener una vida. Por suerte ya no siento pena en la mirada del otro. Aquí en Bahía Blanca casi todos me conocen y me quieren”.

MG

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