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Metallica celebra los 30 años del Black Album: una traición que agranda la grieta del heavy metal

La curiosidad que mata al gato parece nunca poder con la banda más popular del metal. Probablemente allí radique la avidez eterna y la confianza ciega que tiene Metallica por los movimientos y decisiones arriesgadas en torno a su carrera.

Digamos que si bien la cosecha de detractores y haters de la banda de Hetfield y Ulrich daría la sensación de no dejar de crecer, tampoco lo hace su nivel de exposición.

Y hablando en términos de 2021, tampoco lo hacen sus escuchas por streaming y ventas de vinilos, así como sus giras de estadios, que, dicho sea de paso, los volverán a traer a Buenos Aires el próximo 30 de abril en la segunda reprogramación de la fecha pendiente de abril 2020 en el Campo Argentino de Polo.

Volviendo a la relación entre el debe y el haber luego de las provocativas decisiones a las que nos tienen acostumbrados, cuando se rompe la soga que tanto les gusta tensar, siempre les queda más de la mitad de su lado.

Metallica celebra los 30 años de su Black Album, el disco más exitoso de su carrera. Foto Gentileza Universal/Ross Halfin

A 30 años del Álbum Negro, un tributo muy particular

Al cumplirse 30 años del Álbum Negro, el disco que cambió la carrera del grupo y la historia del metal por siempre, Metallica lanza el auto tributo The Metallica Blacklist en el que más de 50 artistas de prácticamente todos los palos posibles versionan las canciones del mencionado disco clásico del cuarteto californiano.

Una suerte de Torre de Babel musical desbordante de energía, con multiplicidad de sensaciones, emociones y resultados; un panorama ultra barroco, fiel al alto perfil de la banda. Si la Argentina es el país en el que nunca te aburrís, entonces Metallica es la banda con la que nunca te aburrís.

Desde antes del momento de la salida del Álbum Negro la banda se propuso trascender. Dotados de diez años de intensa experiencia, se sacaron la careta en 1990 cuando comenzaron a producir el disco. Metallica quería dominarlo todo.

Para eso, cambiaron su imagen, bajaron el tempo endiablado de sus canciones, pulieron su sonido y se convirtieron en el producto musical perfecto que muchísima gente estaba dispuesta a consumir.

La maldita polarización

Luego vinieron los incontables hitos en la historia de la banda que polarizaron a sus seguidores e incluso llegaron a hacerlos ver como una traición a la “ética” y la épica del metal.

Dichos eventos, como la guerra con Napster, el sonido blando de la era post Álbum Negro, el disco con Lou Reed, la polémica salida del bajista Jason Newsted y el documental Some Kind Of Monster, lejos estuvieron de hicieron mella en las ganancias astronómicas logradas y tampoco evitaron la canonización, ahora sí, como una de las bandas más populares de la historia.

“No podías quitarte de encima al Black Album. Estaba todo el día en MTV, la radio y algunos de sus temas se convirtieron en hits eternos”, son recuerdos de 1991 de Dave Gahan, cantante de Depeche Mode y uno de los invitados a la Blacklist.

Así y todo el grupo, liderado en este sentido por el emprendedor baterista Lars Ulrich, pareciera no encontrar cura a su adicción a la adrenalina que le generan los nuevos proyectos y sale en 2021 con una impactante caja que incluye una remasterización del Black Album y esta particular mega lista de canciones tributarias.

Un egotrip con algunos aciertos

Yendo directo al contenido del disco triple de 53 canciones -la estrella y verdadera razón de esta edición-, se puede decir que parece más un berretín de los dueños de casa -o ego-trip, como dicen en EEUU- que un homenaje realmente surgido desde la admiración de los artistas involucrados.

Así es, al menos en términos generales, porque hay que decir que si bien The Metallica Blacklist está repleto de versiones intrascendentes, también tiene sus sonantes aciertos.

El listado se compone sobre todo por artistas nóveles y allí es donde surge una primera sensación de falta, ya que hubiese sido genial escuchar a Metallica versionado por artistas “de su quinta”.

También resulta chocante la intención indisimulable de conquistar nuevo público: el del montón, el que experimenta la música como algo pasajero, que no se compromete con el proceso artístico.

Suena grotesco pero da para pensar que este es un disco perfecto de música para gente que no le gusta la música, sobre todo para gente que no le gusta el metal. Pero bueno… “Todos los goles valen uno”, diría un renombrado director técnico.

De aquí se desprenden colaboraciones anodinas (Neptunes, Juanes), algunas carentes de compromiso (J Balvin) y hasta de sentido (Mac De Marco, Cage The Elephant). Incluso hay quienes parece que no se tomaron la propuesta en serio como los casos de My Morning Jacket (que a pesar de esto hacen un trabajo interesante, en clave synth pop), Sebastian o Mexican Institute of Sound.

Todas estas muestras son perfectas para agudizar la grieta que la banda inauguró en el metal hace 30 años y profundizó hace 25 con el polémico Load y luego Reload.

El lado largo de la soga

Pero como decíamos, la soga larga siempre queda de su lado y en este caso es gracias a algunas buenas ideas y algunas genialidades presentes en el compilado.

Para comenzar, St. Vincent, quien declaró en nota de prensa que conoció el Black Album a los diez años y se sintió aterrada por su música, pero que aprendió mucho desglosando la canción que le tocó, escogió el posiblemente mejor tema del disco, Sad But True.

Lo convirtió en una pieza futurista de tintes industriales, de tempo filoso y arreglos vocales tan geniales como excéntricos, dando en el clavo a lo que se supone que significa el término “reinterpretación”.

Los escoceses de Biffy Clyro llevan Holier Than Thou a niveles de ejecución inimaginados, logrando destacar lo mejor de la composición. Y Moses Sumney brilla en su minimalista enfoque de The Unforgiven.

El prestigioso saxofonista Kamasi Washington también trasciende la media con una versión brutal y creativa de uno de los tracks más oscuros del disco, My Friend of Misery. Él y su banda se muestran con una solidez notable y despliegan un nutrido catálogo de arreglos en clave jazz cósmico. Así embanderan una de las versiones más elaboradas, más logradas de la placa.

La otra es sin dudas el punto más alto del viaje: Mon Laerte haciendo Nothing Else Matters en castellano, acompañada de un enorme ensamble que combina instrumentos andinos y elementos clásicos. Su interpretación es de una exquisitez magnánima.

La canadiense Alessia Cara se alía con las mexicanas The Warning para una versión más de estadio aún que la original de Enter Sandman.

“Hacer esta canción me cambió la perspectiva de la banda. Son rockeros, claro, pero la forma en la que escriben tiene una clara sensibilidad pop. Sus armonías y estructuras son muy de cantautor, muy de pop. No me había dado cuenta hasta que me puse a escarbar profundamente” contó a Clarín en una entrevista reciente.

Un escalón más abajo

En medio de estas calificaciones extremas aparecen los aportes de Weezer -con una versión casi descartable de Enter Sandman, pero con un chiste interno maravilloso-, Dave Gahan -quien dijo sentirse honrado por ser parte del proyecto y facturó un Nothing Else Matters más íntimo que nunca- y Ghost, que se ríe de Enter Sandman pero lo hace con altura.

Se agradecen las muy buenas versiones punk de The Chats, Off! y Idles. Chris Stapleton y Jason Isbell traen vibras folk con acierto, mientras otros como Royal Blood, Volbeat o Corey Taylor (Slipknot) son demasiado respetuosos con las versiones originales.

Elton John comparte Nothing Else Matters con Miley Cyrus y le hacen justicia como lo que es: un auténtico estándar de las baladas rock. “Metallica es la banda más musical del metal. Sus melodías, lo intrincado de sus ritmos y la musicalidad son increíbles”, declaró el veterano inglés.

El inmenso abanico de sonoridades a apreciar aquí tiene que ver en parte con ese chip que Metallica logró meter en el subconsciente colectivo con resultados que se observan desde distintos prismas: por un lado logró dar exposición y crecimiento al metal y por otro hizo entrar en gran forma el gen comercial en él, lo cual no es algo negativo per sé, pero sí es tramposo.

Lo que no se puede discutir es la trascendencia generacional de una obra como el Álbum Negro.

Aunque para muchos sea uno de los puntos más bajos de su discografía y, si hilamos fino, Enter Sandman suena a sátira del heavy metal, gracias a su riff obvio y resultón y una letra casi para niños si la comparamos con las de contemporáneos como Slayer o Sepultura, este disco representó un quiebre imposible de ignorar a muchos niveles.

Así concluye un nuevo esfuerzo de la banda por convertirse en La Gran Bestia Pop que siempre deseó ser. No será fácil medir el éxito en este caso por lo inusual del lanzamiento, pero lo que es seguro que algún jugoso rédito les quedará por el intento. Si se lo merecen por algo es por nunca quedarse con la duda.

E.S.

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