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Las Mosqueteras mexicanas: recuperaron el boxeo femenino y cierran un triángulo histórico con 41 años

¿Sexo débil?

Con ese lugar común machista transformado en pregunta con pretensión provocadora, fue presentada la velada que el 3 de julio de 1999 se realizó en la Arena México del Distrito Federal. Fue la piedra basal en la historia moderna del boxeo femenino profesional mexicano. Esa noche se enfrentaron dos jóvenes de 19 años que luego se transformarían en dos de los tres estandartes del pugilismo practicado por mujeres en ese país: Mariana Juárez y Ana María Torres. La tercera fue Jackie Nava, quien este sábado completará el triángulo que empezó a dibujarse hace más de 22 años cuando enfrente a Juárez en Tijuana (transmitirá Space desde las 23).

“Cuatro mujeres con trencitas y maquillaje caminan rumbo al cuadrilátero en medio de silbidos y aplausos. Se abren las puertas de la historia en la majestuosa Arena México para el boxeo femenil”, reseñó el periódico La Jornada un día después de aquella velada iniciática. Esas cuatro mujeres eran Torres, Juárez, Gloria Ríos y María Durán, las primeras púgiles que habían superado los exámenes técnicos y médicos que la Comisión de Boxeo del Distrito Federal (CBDF) había realizado el 17 de junio, dos meses después de la legalización de la actividad.

El pugilismo había sido una especialidad normativamente vedada para las mujeres durante más de medio siglo, desde que el presidente mexicano Manuel Ávila Camacho, en los últimos meses de su mandato, aprobara en 1946 el Reglamento de Boxeo y Lucha Libre Profesional en el Distrito Federal, que circunscribía la práctica de esas dos disciplinas al universo masculino.

Hasta ese decreto presidencial, las mujeres habían marcado presencia en los cuadriláteros y, en algunos casos, con bastante suceso. Como Margarita Montes, apodada La Maya, también beisbolista y torera, quien durante las décadas de 1930 y 1940 había hecho en la costa del Pacífico mexicana y también en Estados Unidos 42 peleas rentadas, la mayoría contra hombres. La prohibición no erradicó la actividad, sino que la condenó a la clandestinidad.

Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, México comenzó a experimentar un reverdecer subterráneo del pugilismo femenino en los primeros años de la década de 1990, como ocurría al otro lado de su frontera norte. Entre las que guanteaban sin poder combatir oficialmente en el Distrito Federal, la ciudad en la que había nacido, estaba Laura Serrano, otra de las pioneras, quien transitó un sendero similar al que recorrió Marcela Acuña en Argentina.

Laura Serrano debutó enfrentando a Christy Martin en Las Vegas en 1994.

Impedida de pelear en su tierra, la Poeta del Ring debutó como profesional el 7 de mayo de 1994 en el MGM Grand de Las Vegas. Como lo haría Acuña un lustro después, se presentó frente a Christy Martin. Serrano, que no hablaba inglés y viajó sin su entrenador (por temor a una sanción de las autoridades mexicanas al regreso), empató con la leyenda estadounidense. Por esa presentación cobró 1.500 dólares.

Once meses después, se convirtió en la primera latina en ganar un título mundial: consiguió el cinturón ligero de la Federación Internacional de Boxeo Femenino (WIBF) al noquear a la irlandesa Deirdre Gogarty. De todos modos, su victoria más importante la consiguió fuera del cuadrilátero. Graduada en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), impulsó la derogación de la norma que prohibía a las mujeres boxear por considerarla contraria al principio de igualdad reconocido en la Constitución del país.

El proceso no fue sencillo. Las negativas eran múltiples. Algunos recurrían a supuestos argumentos médicos. Otros no necesitaban tanto: “Mientras yo sea presidente, ninguna pinche vieja se va a subir al ring”, disparó Pascual Ortiz Rubio, titular de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal (CBDF), cuando la marea avanzaba. Finalmente, la Asamblea Legislativa del DF aprobó el 15 de abril de 1999 una nueva Ley del Deporte que legalizó el pugilismo femenino en ese territorio.

Serrano, que estaba radicada en Las Vegas y realizó casi toda su carrera en Estados Unidos, nunca pudo darse el gusto de pelear en su ciudad natal. Cada vez que lo intentó, se encontró con algún obstáculo. “Cuando regresé, quise cosechar lo que había sembrado, pero me decepcionó la gente que maneja esto”, explicó en una entrevista en 2013. El Consejo Mundial de Boxeo (CMB) la reconoció como campeona honoraria. Y su militancia abrió puertas a muchas colegas que siguieron sus pasos.

Las primeras fueron Ana María Torres y Mariana Juárez.

Ana María Torres y Mariana Juárez combatieron tres veces entre 1999 y 2002.

Nacida el 25 de enero de 1980 en Nezahualcóyotl, en las afueras del DF, Torres comenzó a boxear a los 18 años, cuando su madre la llevó a un gimnasio para que aprendiera técnicas de defensa personal. Impulsada por su entrenador, José Morales, el padre del multicampeón tijuanense Érik Morales, se animó a dar el salto al profesionalismo apenas unos meses después, cuando la legalización le abrió las puertas.

Juárez, que había nacido en la capital cuatro días después que Torres, vivía a unas cuadras del Estadio Azteca, jugaba al fútbol desde los cinco años en Santos Jr, el equipo que dirigía su padre, y soñaba con ser goleadora. Pero, al igual que su colega, entró por primera vez a un gimnasio para aprender a defenderse y terminó enamorada del boxeo. Después de una cortísima experiencia como aficionada, también eligió probar suerte en el campo rentado.

Cuando ambas treparon al cuadrilátero montado en la Arena México el 3 de julio de 1999, se convirtieron en las primeras boxeadoras profesionales reconocidas oficialmente por todas las autoridades deportivas mexicanas. Esa noche protagonizaron cuatro rounds muy intensos, con constantes intercambios de poder. La Guerrera Torres, que terminó con una profusa hemorragia nasal, venció por puntos a la Barby Juárez, que escuchó el fallo con su ojo izquierdo cerrado e inflamado. Más tarde, Gloria Ríos derrotó a María Durán.

En un circuito todavía acotado, las dos pioneras se enfrentarían dos veces más cuando el pugilismo femenino recién estaba dando sus primeros pasos: el 11 de diciembre de 1999, empataron en la Arena México; el 26 de junio de 2002, con el título mexicano gallo en juego, Torres se impuso nuevamente por puntos en el Salón 21 de la capital.

Once meses antes de esa tercera contienda, una tijuanense 77 días más joven que Torres y 73 más joven que Juárez había viajado a Hawái para una pelea de un deporte que había comenzado a practicar apenas seis semanas antes por iniciativa de Miguel Ángel Reyes, su entrenador de kickboxing. Jackie Nava, que antes había incursionado en la gimnasia artística, el atletismo y el básquetbol, derrotó a la local Vicki Cozy el 29 de mayo de 2001 en Honolulu. Y ya nunca volvió a cambiar de disciplina.

Jackie Nava fue la primera campeona reconocida por el Consejo Mundial de Boxeo.

Si bien fue la última en debutar, la Princesa Azteca fue la primera entre sus colegas en alcanzar el reconocimiento de los históricos organismos rectores de la actividad. Ganó el título gallo de la Asociación Mundial de Boxeo en febrero de 2005, al noquear en Tijuana a su compatriota Leticia Arévalo. Y tres meses después se convirtió en la primera mujer consagrada por el Consejo Mundial de Boxeo: consiguió el cetro supergallo ante la estadounidense Leona Brown también en su ciudad.

Ese cinturón le sería arrebatado un año después por la jujeña Alejandra Oliveras. La Locomotora, con quien se enfrentó dos veces (empataron en la revancha en Córdoba), fue la primera de las seis boxeadoras argentinas que midieron fuerzas con ella: las otras fueron la Tigresa Acuña (dos veces), la neuquina Mayra Alejandra Gómez, la santafesina Edith Soledad Matthysse, la rosarina María del Carmen Potenza y la cordobesa Betina Garino.

Después de un primer intento fallido ante la norcoreana Kwang Ok Kim, Torres se apoderó, en abril de 2007, de la corona supermosca del CMB, que perdió, recuperó y luego defendió 10 veces en tres años. Su segunda defensa, en junio de 2009 ante la tailandesa Usanakorn Thawilsuhannawang en el Centro Banamex del Distrito Federal, fue el primer combate femenino que estelarizó una cartelera emitida por Televisa.

La televisión no era una novedad en la vida de la Guerrera: un año antes, ella y Mariana Juárez habían participado en un capítulo de Un gancho al corazón, la adaptación mexicana de la telenovela argentina Sos mi vida (protagonizada por Natalia Oreiro y Facundo Arana en 2006).

Frente a la bielorrusa Alesia Graf, Ana María Torres hizo una de sus 10 defensas del título supermosca del CMB.

Por entonces, la Barby, cuyo verdadero nombre es María Anastasia Trejo, ya había sido campeona de la Asociación Internacional de Boxeadoras (IFBA), un organismo menor, y había hecho una pausa de 28 meses en su carrera por el nacimiento de su hija Natasha en 2006. En 2009 logró reinar en la división mosca del CMB, primero como monarca interina y luego como propietaria del título regular.

En 2011, cuando sus campeonas ya habían hecho conocidos sus nombres fronteras afuera, el boxeo femenino mexicano vivió, en poco más de tres meses, los dos enfrentamientos que todavía hoy son considerados los más importantes en la joven historia de la especialidad en ese país. Las protagonistas, Ana María Torres y Jackie Nava.

El 16 de abril de 2011, las dos monarcas reconocidas por el CMB (Torres, en la categoría supermosca; Nava, en la supergallo) se enfrentaron en un peso intermedio, pactado en 120 libras, y sin título en juego. Ante 7.000 personas en el World Trade Center de Boca del Río (Veracruz) protagonizaron una batalla memorable que se saldó con un empate y fue vista por 25 millones de espectadores a través de Televisa, una marca nunca alcanzada hasta entonces en un combate femenino.

Para la revancha, presentada como “Cuentas pendientes” por las promotoras Zanfer y HG Boxing, el CMB puso en juego el cinturón diamante de la división gallo. El desquite no defraudó: después de 10 asaltos de toma y daca constante, Torres se impuso por puntos en una ajustada decisión unánime (los tres jueces la vieron ganadora 96-94). Ese 30 de julio, 10.000 personas abarrotaron la Arena Jorge Cuesy Serrano en Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) y 30 millones de espectadores observaron la contienda por televisión.

Ana María Torres y Jackie Nava protagonizaron dos batallas épicas en 2011.

La mesa había quedado servida para un tercer enfrentamiento, pero la Guerrera se retiró en 2012 para cursar el embarazo de Cristóbal, su primer hijo. Luego fue madre nuevamente (su segundo hijo se llama Enrique) y se desempeñó como promotora y como directora ejecutiva del Comité Femenil del CMB. Varias veces amagó volver a los cuadriláteros, pero nunca lo hizo.

Nava también fue madre dos veces (Frida nació en 2013 y Valentina, en 2016). Más allá de esas pausas, continuó con su carrera: ganó la corona supergallo de la AMB y, tras su primer embarazo, recuperó la del CMB. Después del traspié ante Torres, jamás volvió a perder. Su invicto abarca 15 contiendas en poco más de 10 años. “Ha logrado, a través de dos décadas, ser una de las boxeadoras más importantes de todo el mundo”, destacó en abril de 2020 Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo.

No conforme con su labor sobre el ensogado, la Princesa Azteca también obtuvo el título de arquitecta en el Instituto Tecnológico de Tijuana y fue diputada federal por el Distrito 8 del estado de Baja California entre 2015 y 2018 en representación del Partido Acción Nacional (PAN).

No fue la única que combinó actividades en esta última década. La Barby Juárez fue campeona mundial gallo del CMB entre abril de 2017 y octubre de 2020, experimentó como comentarista en televisión, intervino en un episodio de la serie Cloroformo, posó para la revista de Playboy y desde entonces publicó calendarios anuales, tiene una línea de ropa que lleva su nombre y puso su rostro y su cuerpo a disposición para distintas campañas publicitarias y de promoción, como la que en 2014 lanzó el gobierno del Distrito Federal para promover la lactancia.

Las veteranas Jackie Nava y Mariana Juárez se enfrentarán el sábado en Tijuana.

Torres y Juárez se enfrentaron tres veces cuando las dos estaban dando sus primeros pasos como profesionales. Torres y Nava lo hicieron dos veces cuando ambas estaban en la cumbre de sus carreras. Este sábado en el Auditorio Municipal de Tijuana y con el cinturón diamante de la división supergallo del CMB en disputa, Nava y Juárez, a los 41 años y en el segmento final de sus trayectorias, cerrarán el triángulo entre las boxeadoras más notables de la historia de México.

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