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La crisis de EE.UU. es política, no económica

La economía norteamericana, la primera del mundo (US$21,9 billones/25% del PBI global) creó 194.000 puestos de trabajo en septiembre de 2021, que fueron 300.000 menos de los esperados, en tanto la tasa de desocupación cayó a 4,8%, y el número de trabajadores que reingresaron en la fuerza de trabajo disminuyó en 148.000 respecto al mes anterior.

Esto significa que la tasa de participación laboral no se ha modificado (61,6%), pero aun así está 1,7 puntos porcentuales por debajo de los niveles de febrero de 2020, en la etapa pre-pandemia. Son unos 5 millones de trabajadores menos que los empleados entonces.

Hay que agregar que la tasa de incremento de los salarios reales ascendió a 4,68% en septiembre, lo que implica que está por debajo del nivel de inflación de 5,3% anual, lo que es igual que afirmar que hay un retraso creciente en los ingresos reales de los trabajadores estadounidenses en relación al costo de vida, como lo indica con claridad que en estos primeros nueve meses del año el precio de la gasolina para los automotores ha aumentado más de 50% respecto al año pasado.

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Sin embargo, el dato estratégico esencial a retener es que los empleos creados por el sector privado aumentaron en septiembre en 317.000 unidades, y al mismo tiempo la revisión de este tipo de trabajo en los meses de julio y agosto superó los 100.000, lo que otorga un total de 417.000 empleos privados surgidos entre julio, agosto y septiembre.

Por su parte, la pequeña y mediana empresa, sobre todo del sector servicios, que permaneció cerrada durante la cuarentena del segundo y tercer trimestre del año pasado, fenómeno que desató una tasa de desocupación de hasta 14%, ahora en estos tres meses de julio, agosto y septiembre ha creado 526.000 empleos, y ofrece como principal restricción para su plena actividad la carencia de trabajadores suficientes.

De ahí que la desocupación declinara en septiembre de 5,2% a 4,8%; y que el alza de los ingresos reales de los trabajadores haya trepado 9,5% en los 12 meses previos. La razón de ese incremento notable, es que la productividad creció más de 4.5% anual en ese periodo.

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En suma, el ciclo estadounidense ha sido de alza de los salarios reales + auge de la productividad, lo que asemeja la situación norteamericana a un boom económico en ciernes.

La economía de EE.UU, en síntesis, se muestra notablemente fuerte y vigorosa en la etapa post-pandemia. Por eso es que se apresta a concluir el año con un alza de 6,5% anual, o más, y una desocupación de 3.5%, o menos.

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Significa que estaría a solo 0,5% del récord histórico del último trimestre de 2019 (3%) cuando fue la más baja de los 60 años previos.

En un sentido estricto, no hay desocupación en EE.UU. sino una situación de sobre-empleo al duplicar el número de puestos de trabajo ofrecidos a los desempleados en condiciones de ocuparlos.

Lo que tiene EE.UU. es una crisis política de extraordinaria envergadura, con el presidente demócrata JoeBiden que dispone de solo 37% de apoyo en la opinión pública en 9 meses de gobierno; y que con esta nula base de apoyo intenta una agenda de grandes paquetes de gasto público por más de US$5,3 billones, que es la mayor desde la “Gran Sociedad” lanzada por el presidenteLyndon Johnson en la década del ’60; y esto lo hace cuando los demócratas tienen una mayoría de solo 8 bancas en la Cámara de Representantes, y una paridad completa (50 a 50) en el Senado.

Esto coincide con una situación en que la totalidad de las encuestas dan por derrotado al oficialismo en las elecciones de medio término de noviembre de 2022, en las que está en juego el control de las dos Cámaras del Congreso.

EE.UU. ha experimentado en Afganistán en el último mes la segunda derrota de su historia, después de la que sufrió en Vietnam en 1975; y ahora, al igual que entonces, esto ha implicado el ingreso de la superpotencia en una etapa de enorme debilitamiento internacional, que cambia los términos de la ecuación de poder en el mundo, sobre todo frente a China – la otra superpotencia del sistema global – que hoy se encuentra en una etapa de nítido ascenso histórico, y cuyo poder combinado – político/económico/militar – se aproxima al de EE.UU., y la coloca en condiciones de paridad.

La crisis de la frontera Sur, con la irrupción de más de 2,5 millones de inmigrantes ilegales, provenientes de Centroamérica, Haití, y el mundo entero, se transforma en la otra cara del extraordinario éxito económico y social norteamericano, que despierta en forma irresistible en las multitudes marginadas y excluidas del sistema global la pasión por compartir el “Sueño Americano”.

Por último, el grado extremo de polarización, fragmentación, y enfrentamiento interno de EE.UU. es hoy el más intenso desde la Guerra Civil de 1861/1865, en que murieron en combate más de un millón de soldados, tanto de la Unión como de los Confederados.

El problema de EE.UU. – lo que convierte a EE.UU. en un problema – es político y no económico. El inconveniente que hoy tiene la gran civilización norteamericana es que esta crisis modifica en sus raíces los términos de la ecuación de poder en el mundo, y abre una etapa histórica de enorme incertidumbre de raíz estructural en la política internacional del siglo XXI.

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