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Un Piazzolla “demoledor”, una clase maestra de Ramiro Gallo y el tango que vive en Bariloche, en el FIMBA

El Adagio de Albinoni “intrusado” por un bandoneón, la sutileza de la violista Marcela Magin y el oboísta Andrés Spiller al servicio de Domenico Zípoli, una desafiante lectura de las Estaciones Porteñas de Piazzolla con la Filarmónica de Río Negro, un bandoneón porteño y federal, y una clase maestra de Ramiro Gallo sin distinción de géneros jalonaron la hoja de ruta de la segunda jornada del FIMBA.

“Y si es folclore o si no/Y si es Urano o Plutón/Pero nunca podrán sacarme mi amor”, escribió Fito Páez en 1987. “De qué otra manera se puede hacer música si no es con amor”, se preguntó, sin esperar respuesta, Ramiro Gallo, sobre el escenario del teatro La Baita.

Junto con la Catedral local, el Camping Musical Bariloche y la Estación Araucanía, la sala es una de las principales locaciones del encuentro, organizado por la OFRN (Orquesta Filarmónica de Río Negro) con el apoyo de la Secretaría de Estado de Cultura de la provincia.

El jueves 28 de octubre iba llegando a su final, y con él también la estupenda presentación del violinista en el Festival Internacional de Música de Bariloche, después de una hora y media durante la cual, acompañado por los ensambles Cuerdas del Alto Valley y Cuerdas Patagónicas, integrados por músicos de la OFRN (Orquesta Filarmónica de Río Negro), dio una cátedra musical sin distinción de géneros.

Ramiro Gallo dio una clase maestra de tango, folclore y algo más, en el cierre de la jornada. Prensa FIMBA

Para qué existe la tradición

¿Para qué está la tradición? ¿Para ponerla en una vitrina, para romperla o para enriquecerla, traicionarla un poco, actualizarla y sacarla de nuevo a escena? Por supuesto que la pregunta es tan esquemática como podría serlo cualquier respuesta, pero, en todo caso, si hay algo que Gallo no hace es dejarla ahí como pieza de museo.

Entonces, el violinista fue una especie de ilusionista que, desde un repertorio en el que habitan Alfredo Gobbi, Joaquín Mora, Aníbal Troilo, el primer Piazzolla y Charlo y que podría oler a pasado con el clasiquísimo Sur o piezas como Orlando Goñi y Tu pálida voz, o inclusive con Los 60 granaderos que muchos de los que pasamos los 50 cantamos en la escuela, construye futuro.

Por supuesto, el músico, que atraviesa las fronteras entre el tango, el folclore y algo más con notable naturalidad, equilibró el plan con sus propias composiciones –Barrio Sur, Don Horacio, Don Raúl, Don Alfredo y Don Nadie (estreno para la ocasión), y también con la bellísima Merlo, de Andrés Pilar.

Junto a los ensambles de la OFRN, el violinista Ramiro Gallo conjugó tradición con sofisticación sin “pirotecnia”. Foto Telam/Julieta Neme

Hay un argumento, en la selección que planteó Ramiro, que ejercita la sana costumbre de hacer brillar a quienes tocan con él, como lo hizo con la violista Clara Nardozza en Tu pálida voz, y con Andrea Pulgar en el triunfo de Pilar. El músico apuntó a un injusto entronizamiento de “tres o cuatro” nombres como referentes del tango, que deja en el olvido a quienes fueron su nutriente.

Y en tren de “polemizar”, hasta se lanzó a provocar con respetuosa ironía al comparar la difundida versión de que Astor Piazzolla compuso Adiós Nonino en un lapso imposible de dolor con la de que él mismo, ante el dolor que le produjo enterarse de que debía dejar los lácteos, compuso la obra Adiós Danonino en un rato más corto aún.

Apenas un juego que Gallo compartió con una platea en perfecta sintonía con su propuesta, que levantó la ovación del mismísimo Juan Falú, que desde la primera fila aprobó a viva voz no sólo la particular versión de Balderrama que entregó el músico junto a los ensambles, sino el viaje completo que el violinista cerró a toda orquesta.

El dueto de Gallo con Clara Nardozza fue otro de los puntos altos del concierto. Foto Telam/Julieta Neme

No la tenía fácil Gallo, después del huracán nivel 5 que un par de horas antes había arrasado, en el mejor de los sentidos, con cualquier expectativa puesta en la presentación de programa Piazzolla Barroco, en la Catedral, con Andrés Spiller, Marcela Magin, el violinista Marcelo Rebuffi y el bandeoneonista Luis Caruana como solistas, respaldados por la OFRN al mando de Martín Fraile Milstein.

Piazzolla por otros medios

Sabiamente pensado, del Adagio de Albinoni que no es de Albinoni sino del musicólogo italiano Remo Giazotto, tal como de manera didáctica ilustró Fraile Misltein desde su “púlpito”, a las Estaciones Porteñas de Piazzolla, el repertorio fue un plan perfecto que permitió acceder a una manera distinta de ver músicas que resuenan como parte del inconsciente colectivo.

La presencia del bandoneón de Luis Caruana en la pieza “barroca” compuesta en 1945 y que sabemos todos fue la primera alarma encendida en ese sentido; el fuelle haciendo de órgano, desde el fondo del cuerpo orquestal, como saliendo de alguna fuente misteriosa de sonido.

Marcelo Rebuffi y Luis Caruana, un dúo que le sumó adrenalina a un Piazzolla diferente. Prensa FIMBA

Hay un disco extraordinario, Officium, grabado por el saxofonista noruego Jan Garbarek con el Hillard Ensemble en 1994, basado en obras litúrgicas de los siglos XII al XVI. Y algo de ese sonido “espectral” impregnó la atmósfera de la Catedral barilochense en la noche de jueves.

No hubo segunda alarma, en la adaptación de dos piezas para órgano y violín a la viola de Magin y el oboe de Spiller; sí, en cambio una especie de invitación a compartir con los músicos el placer de disfrutar una música que, tal como lo señaló el director de la orquesta y también del festival, nada impide que sea abordada desde nuevas perspectivas y con excelentes resultados.

Marcela Magin y Andrés Spiller se sumaron a la OFRN para una exquisita adaptación de Doménico Zipoli. Prensa FIMBA

En cambio el embate con el que arremetieron las Estaciones Porteñas de Ástor “arregladas” por el violinista Marcelo Rebuffi ni siquiera dio tiempo a activar nada; Con Rebuffi al frente, Caruana apenas un metro detrás y el pleno de la Filarmónica, la “relectura” de la obra del bandoneonista no dio respiro.

Las cuerdas en un repetido crescendo, construyendo textura sobre textura sobre textura; la gravedad de los trombones y los cornos atacando desde el fondo de manera que el sonido se convertía en un túnel en el que las melodías -tan conocidas- y las armonías buscaban hacerse un espacio propio en una especie caos que se interrumpía justo a tiempo, para retomar, desde el leit motiv, una nueva etapa.

Entonces, una vez más el leit motiv como puente a un territorio conocido pero a la vez con todo por descubrir. Ahí está el gran logro de Rebuffi: en hacernos sentir que aquello sobre lo cual tal vez uno podría pensar que no quedaba mucho por decir, es una fuente inagotable de preguntas; y también, por qué no, de algunas certezas.

Martín Fraile Milstein, al frente de la Filarmónica en una notable interpretación. Prensa FIMBA

Una agradable sorpresa

Pero el encuentro, que se extiende hasta el domingo 31 con una “maratón” de conciertos durante el fin de semana, tiene además la virtud de acceder a presentaciones de ensambles como el Ventisquero Negro, que durante la tarde sorprendió por el contraste entre la juventud de sus integrantes y la madurez de la interpretación de un repertorio que transitó, de nuevo, entre lo folclórico y lo tanguero.

Un discurso e intercambio que se potenció con la presencia del dúo formado por el bandoneonista Rubén Hidalgo y el guitarrista Juanjo Miraglia, plantado desde el lugar de la experiencia y la tradición. 

Ruben Hidalgo y Juanjo Miraglia en el Teatro La Baita inauguraron la segunda jornada del FIMBA 2021.

Una sociedad, el dúo, que funciona con una notable simpleza, en la cual Hidalgo aporta el lirismo y Miraglia el sostén, sobre el cual el bandoneonista entrerriano -aunque se dice correntino- de 84 años despliega la fantasía. No hay alarde de virtuosismo; la música manda.

Un tema propio, Río Limay; otro, Otoño en Nagasaki, el combo condujo un viaje en el tiempo a la Buenos Aires de puertas y ventanas abiertas los domingos a la mañana en los barrios y melodías saliendo a compartir, pero aquí en Bariloche. Y también clásicos como Bordoneo del 900 y A fuego lento.

Junto al ensamble Ventisquero, Hidalgo y Miraglia ofrecieron un repertorio de piezas propias y varios clásicos.

También una versión de El choclo, con Pablo Agri como invitado, un valsesito que invitó a mover los pies y, ya de nuevo de a dos, bandoneonista y guitarrista la emprendieron con Kilómetro 11, como broche de oro para el final de una fiesta que apenas si comenzaba.

E.S.

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