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Estrenos de cine, con el regreso de “Duna”, la celebrada “Coda” y la argentina “La casa de los conejos” sobre la infancia clandestina de una hija de militantes

La primera narra un viaje familiar que es a la vez una travesía mística y militar; Child of Deaf Adults es una ingeniosa y entretenida feel good movie y la película nacional plasma la experiencia de niña de Laura Alcoba en La Plata durante la última dictadura militar.

Rebecca Ferguson, en una escena de “Duna”. (Warner Bros. Pictures via AP)

Dune ★★★

Difícil distinguir cuánto del estreno de Duna llega a importar por sí mismo o solo como parte de una historia. La particular historia de, precisamente, la dificultad que ha tenido el cine para adaptar esta novela de ciencia ficción de Frank Herbert, publicada en 1965. Al punto de considerarse “infilmable”, luego de “la película más grande jamás realizada” que soñó y diseñó el chileno Alejandro Jodorowsky en 1974 y de la versión de David Lynch, de 1984. La primera, una odisea creativa registrada en un muy buen documental, Jodorowski’s Dune, que puede verse por YouTube. La segunda, memorable como ejemplo de lo que a Lynch le salió mal. Más que ridiculizada, olvidada como una especie de anécdota bizarra.

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Ahora, el canadiense Denis Villeneuve, que se atrevió con la continuación de Blade Runner y propuso unos encuentros cercanos lingüísticos con la pomposa La Llegada, ve cómo se estrena en todo el mundo su nueva versión. En verdad, el film de dos horas y media que es solo la primera parte. Con la segunda en preproducción y una serie en camino (La hermandad).

En esta imagen difundida por Warner Bros. Pictures, Timothée Chalamet en una escena de “Duna”. (Foto: AP/Warner Bros. Pictures)

Algo de esa sensación de importancia, de encarar una empresa más grande que la vida, sigue impregnando el proyecto, esta película. Que se lanzó en el Festival de Venecia y tiene a Thimothée Chalamet (Call me by your name) como protagonista. El joven príncipe, o hijo de noble, brillante y misterioso, Paul Atreides. Acaso, el elegido, según las creencias de los pueblos originarios de esa duna, Arrakis, un planeta desértico pero rico en la especie más codiciada. Riqueza que por supuesto es condena, pues saca lo peor, lo más violento de los humanos.

Ciertamente, todo lo que George Lucas puso en escena en 1977 con Star Wars, ya estaba ahí. En el texto de Herbert, y en el desarrollo visual arenero que le dieron los artistas convocados por Jodorowsky: nada menos que Moebius, en los story boards, y el suizo H.R, Giger, el de Alien, en el diseño de las locaciones fantásticas. El psicomago, director de La montaña sagrada o El Topo, cumbres del cine lisérgico, soñó en grande: el elenco formado por Mick Jagger, Orson Welles y Dalí; la música, compuesta por Pink Floyd. Plagio, influencia o inspiración, lo cierto es que Star Wars se convirtió en la máquina de hacer dinero que es, mientras que Duna, bueno, estrena su nuevo intento de traducción a las imágenes. El segundo sin contar proyectos como la miniserie con William Hurt.

Esto no quiere decir que la nueva Duna sea un bodrio con mayúsculas. De hecho, después de una primera parte enunciativa, que se toma demasiado tiempo para presentar a sus personajes y dejar lo más claro posible sus conflictos y que parece un refrito de mil cosas ya vistas, llega la acción. Con un viaje familiar que es a la vez una travesía mística y militar. Una aventura colectiva y una liberación personal. A partir de ahí es que Villeneuve consigue hacer de Duna un espectáculo disfrutable, que transmite amor por el género y sus alcances, a la hora de crear universos.

En esta imagen proporcionada por Warner Bros. Pictures Rebecca Ferguson, izquierda, y Timothee Chalamet en una escena de “Dune”. (Warner Bros. Pictures via AP)

Es así que Paul viaja con su padre, el duque Leto Atreides (un barbudo Oscar Isaac) y su “concubina”, es decir, su madre, Lady Jessica (Rebecca Ferguson). Madre amantísima pero bruja, integrante de una logia más o menos secreta que trafica con, digamos, “la fuerza”. El muchacho, instruido en las artes marciales, el lenguaje telepático y los poderes ocultos, consigue probar su lugar en la primera línea de acción cuando lo dejan salir del nido para conocer otro mundo.

En Arrakis, adonde llegan por orden del monstruoso Emperador (Stellan Skarsgard, difícil de reconocer) y su mano derecha (Dave “Guardianes de la Galaxia” Bautista), no tardarán en darse cuenta de que han sido engañados. Y es cuando Duna se pone más entretenida. Combinando intrigas palaciegas shakespereanas, con venenos y traiciones incluidos, con los temblores de la solapada guerra exterior. Entre las dunas, o debajo de ellas, viven los Fremen, un pueblo guerrero dispuesto a entregar la especie con tal de liberarse de los invasores. Paul sueña con ellos, especialmente con una joven (Zendaya), pero el encuentro se posterga… y será sustancia de la segunda parte. Además, hay gusanos gigantes con predilección por los sonidos rítmicos.

La duna es un planeta peligroso, en el que Paul se convertirá en héroe. Mientras Villeneuve se convierte en el director que logró reunir a un gran elenco, con un enorme presupuesto y no menos grandes ambiciones, para este regreso de Duna al cine. Entre un pastiche de metáforas —ecológicas, políticas, new age— y un guion agobiado por las arbitrariedades, por el que se cuelan algunos momentos de bienvenida espectacularidad. Los desiertos tienen ese no sé qué.

La casa de los conejos ★★★

Escrita en francés, el idioma en el que se crió y vive la autora, la novela La casa de los conejos se publicó en Francia en 2007 y un año después en la Argentina. Un texto que plasma la experiencia de Laura Alcoba durante su infancia clandestina en La Plata. En una casa “operativa” de Montoneros durante los primeros setenta. Antes de que pudiera salir del país y encontrarse con su madre en Europa.

En esa casa, con nombres falsos, un grupo de militantes organizaba ofensivas y preparaba una imprenta, escondida detrás de unas jaulas de conejos. Era la casa de Daniel Mariani y Diana Teruggi, que estaba embarazada y cuya hija, Clara Anahí, bebé robada por los militares, fue buscada hasta el día de su muerte por su abuela, Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.

“La casa de los conejos” tiene un texto que plasma la experiencia de Laura Alcoba durante su infancia clandestina en La Plata (Foto: prensa).

La directora de esta película, Valeria Selinger, traslada a imágenes la primera persona de su narradora: la mirada de una nena. Laura, que debe llamarse María, o el nombre que más le guste. Que no debe jamás decir su apellido. Que va a comprar pan, o a jugar sola, cuando los adultos necesitan su espacio. Que aprendió a callarse, y a no molestar. A ver a su mamá (Guadalupe Docampo) con pelucas de distinto color, a visitar a su papá en una cárcel extraña. A ir y venir con su abuelo (Miguel Ángel Solá) o a vivir en distintas casas que no son suyas. Y que, en medio de todo eso, sigue siendo una nena con ganas de jugar.

Con la estupenda Mora Iramaín García, de doce años, y nieta de desaparecidos, como esa pequeña protagonista rodeada de adultos, la película consigue mostrar, sin juzgar, ese fragmento de una muy particular vida cotidiana. En el contrapunto de la mirada adulta, que es también la del espectador, con el mundo infantil. Para los grandes, el peligro —y también el delirio suicida de esos militantes, creyéndose capaces de enfrentar a los militares en el poder, mientras criaban hijos— es una presencia constante.

Selinger es fiel al libro, acaso demasiado. Pero logra que el terror, aún suavizado por la centralidad de una nena que sigue siendo nena, mientras se tortura y mata, esté presente. Ese momento de terror, que se impregna como una mancha siniestra. Y que, como en Garage Olimpo, o Infancia Clandestina, por citar ejemplos más y menos recientes, pone los pelos de punta.

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CODA: señales del corazón ★★★★

Cuando se mostró en febrero, en el festival de cine de Sundance, este segundo largometraje de la directora Sian Heder, remake de la francesa La familia Bélier (2014) se llevó los premios principales. Incluyendo el del público. Así se desató un hype y una puja entre las plataformas para ver quién se quedaba con ella y ganó Apple, que la compró por la cifra récord de 25 millones de dólares.

CODA, sigla para Child of Deaf Adults, es una ingeniosa y entretenida feel good movie o crowd pleaser. El tipo de películas que se ven con placer y están pensadas para hacer pasar a las audiencias un rato agradable. Esto, que puede sonar despectivo para otro tipo de films, aplica aquí como puro elogio. Heder usa todos los elementos de la comedia amable, casi lugares comunes, con la gracia y la falta de pretensión de una sólida comedia amable.

CODA, sigla para Child of Deaf Adults, es una ingeniosa y entretenida feel good movie (Foto: prensa).

El centro de la historia es Ruby, una adolescente con un talento especial para la música y el canto, la única de su familia capaz de escuchar y hablar. Como traductora e intérprete de un grupo de sordomudos, su mundo personal se ha visto bastante limitado. En rigor, no tiene el tiempo para un mundo personal. Ruby trabaja en el barco pesquero de su padre, va al colegio, hace la tarea y se ocupa de su familia. Que no es una familia muy normal, no solo por su discapacidad, sino por sus costumbres.

Mamá Jackie (Marlee Matlin, la única actriz sordomuda ganadora de un Oscar, por Te amaré en silencio, de 1986), papá Frank (Troy Kotsur) y hermano Leo (Daniel Durant) empezarán a entender, no sin conflicto, que Ruby tiene su propia vida. Cuando ella despunte ese talento para la música, con un profesor, llamado Bernardo Villalobos, que la “descubre” y la convence de aplicar para una beca.

Historia de crecimiento, retrato familiar, con subtrama romántica, CODA nos acerca tanto a su protagonista (interpretada por la inglesa Emilia Jones, fantástica) que no hay forma de dejar de acompañarla desde la escena uno. Hablada en buena parte en lenguaje de señas, se filmó con actores sordos, con Jones como única oyente. Y consigue hacer de ese “idioma de las manos” un factor central de un relato que, sin necesidad de edulcorantes, divierte y emociona.

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