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“Van a fracasar”, la frase que se escuchó en el FMI sobre el Plan Gelbard para congelar precios y poner “platita” en los bolsillos

“Van a fracasar”, le dijo el economista chileno y funcionario del FMI, Jorge del Canto, a Carlos Leyba, miembro del equipo económico de José Gelbard. Fue en Washington en diciembre de 1973. Del Canto era un duro ortodoxo.

Argentina arrastraba a cuestas por entonces las exigencias de un programa stand by que había firmado un año antes. ¿Les suena esa cruz? Una de las paradas de aquel vía crucis era pasar por el scanner del artículo IV. Como el gobierno peronista no quería misiones del FMI en Buenos Aires (“Juegan un papel destructivo”, le dijeron los argentinos al organismo en 1973), Leyba tomó un avión a DC a fines de 1973.

Del Canto fue duro. Por eso el argentino vio con satisfacción cómo el FMI se retractó más tarde. “El Gobierno que se hizo cargo del poder el 25 de mayo de 1973 detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios mediante una política de ingresos basada en un pacto social entre el sector empresarial y el laboral”, escribió el Fondo el 16 de diciembre de 1974. “En marzo de 1974, la tasa de inflación fue sólo de 14%, en comparación con el 80% en el año terminado en mayo de 1973. El plan tenía por objeto lograr una distribución más favorable y parar la inflación”.

Así dicho, todo parecía encarrilado. Gelbard era secundado por Orlando D’Adamo (un ingeniero agrónomo y secretario de Programación y Coordinación Económica) y el propio Leyba (subsecretario de Programación y Coordinación Económica). En puestos más técnicos estaban economistas como Benjamín Hoppenhayn (Instituto de Planificación Económica), Roberto Lavagna (director nacional de Política de Precios de la Secretaría de Comercio) y Ricardo Arriazu (representante argentino en el FMI).

José Gelbard y parte del equipo económico del ministro.

Pero pese a que el Fondo registró esa baja de la inflación y era optimista al comienzo del plan, “por lo bajo era terriblemente crítico”, cuenta uno de los protagonistas de aquella época. Así también queda plasmado en un reciente paper del investigador Raúl García Heras sobre la experiencia peronista de 1973-1976 en el mundo de la finanzas globales basado en memos oficiales.

Las advertencias del FMI sobre el plan argentino estuvieron. “En 1973, pese a la brusca reducción de la tasa de inflación, el crédito interno neto del sistema bancario aumentó 80%”, aclaró el organismo. “La liquidez aumentó notablemente”.

Esto último que se advertía desde EE.UU. era el señalamiento de que la Argentina echaba nafta a un incendio. El plan Gelbard puso ‘platita’ en los bolsillos a punto de que las tenencias de efectivo pasaron de 9,3% del PBI a 12,1% en 1973. Toda esa cantidad de dinero en la calle, en pleno empleo, constituyó una monetización gigantesca que presionó sobre una inflación reprimida.

¿Pero en qué consistió el plan Gelbard que se había aplicado desde mayo de 1973 cuando asumió Héctor Cámpora? Técnicamente en congelar precios, dólar y tarifas. También en aumentar salarios y nacionalizar los depósitos (aunque en verdad, los bancos siguieron actuando pero ahora por cuenta y orden del Banco Central, de manera que el gobierno controlaba la cantidad de dinero y a quién se prestaba plata).

Todo esto combinado con una actitud e interpretación sui generis de las finanzas globales. El sistema de Bretton Woods había entrado en crisis en 1971 y en la Asamblea Anual del FMI en Nairobi de 1973 la Argentina mostró un discurso crítico de la arquitectura financiera internacional, mostrándose a favor de hallar alternativas al orden global de posguerra para buscar divisas. Firmó entonces acuerdos comerciales con países socialistas. En los diarios salían avisos de que Argentina vendía Fiat 128 a Yugoslavia y Yelmo a Hungría que hasta la UIA apoyó.

En octubre de 1973 ‘el capitalismo’ asestó un golpe a la rigidez del plan Gelbard. La OPEC triplicó el precio del petróleo. El superávit comercial se convirtió en déficit y la brecha del dólar pasó a ser tres veces el tipo de cambio oficial.

El esperpento macroeconómico fue total cuando a Gelbard lo sucedió un equipo que pretendió corregir las distorsiones, como diría la canción de Floria Márquez, ‘de un tirón’.

Gelbard con José Ignacio Rucci, titular de la CGT.

Una reunión de Gelbard con los sindicalistas de la CGT en octubre de 1974.

“No teníamos acceso a la Casa Rosada, físicamente. Fue un error quedarnos a poner la cara sin poder decidir. Gelbard renunció doce veces y yo escribía las renuncias”, recuerda Leyba.

Las reuniones en el Ministerio de Economía eran maratónicas. La era del computing power no había llegado y para rubricar un aumento de 13% en los salarios había reuniones de doce horas con cuarto intermedio.

Sindicalistas, empresarios, ministros de Economía, Trabajo y Bienestar. “Poco antes de las 14 los mozos de Economía sirvieron a los asistentes sandwiches y bebidas ‘cola’”, contó Clarín el 31 de octubre de 1974.

El efecto inicial del plan Gelbard empezaba a desdibujarse. Y la frase de Del Canto a Leyba, “van a fracasar”, a quedar en letra de molde.

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