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Diez años de Tecnópolis: la feria de ciencia que ofrece más arte que tecnología para el futuro

“Miren que hay más de dos horas de espera”. Pero el nene insiste y la mamá vuelve al final de la cola. Están esperando subirse al viejo avión de Aerolíneas Argentinas en desuso, que está estacionado en la entrada principal de Tecnópolis. Adentro, diez minutos de simulación de vuelo.

En un país extenso donde viajar por los aires y conocer la diversidad de culturas está reservado a unos pocos, la aeronave es una de las principales atracciones del parque.

Al lado, chicos de todas las edades se sacan fotos junto a un dinosaurio: el anticipo de la muestra “Tierra de dinos”, que surgió en 2011, con acompañamiento del Museo de Ciencias Naturales.

La concurrencia es masiva. Es que, tras el cierre obligado por la pandemia -cuando se reconvirtió en centro sanitario y luego vacunatorio, con eventos aislados llamados “reencuentros cuidados”-, el predio reabrió sus puertas a principios de octubre, a diez años de su inauguración.

Una gran cantidad de público visita la muestra Tecnópolis, que reabrió en octubre y es gratis. Foto Juano Tesone

Fue una oportunidad para que convivieran sectores del viejo gabinete -como Tristán Bauer, encargado de Cultura- y aquellos que desembarcaron tras el duro golpe de las PASO -empezando por el jefe de Ministros Juan Luis Manzur y Daniel FIlmus, en su nuevo rol frente a la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Tecnópolis fue inaugurada en 2011 como una “megamuestra de ciencia y tecnología”. A ese slogan hoy se sumó “arte”. Y, a diez años de su lanzamiento, surgen algunas preguntas, ¿qué se puede ver? ¿Qué cambió en una década? ¿Hace la feria honor a su nombre? Es decir, ¿funciona efectivamente como una especie de ciudad donde la Tecnología es protagonista?

La nueva edición

El clima acompañó durante el primer fin de semana de reapertura. Con sol y una temperatura agradable, familias, grupos de adolescentes y hasta parejas se acercaron a la exposición de Villa Martelli.

“Por ahí está bueno, hay mucha gente esperando. Nosotros vinimos a pasear y ver qué onda”. Federico tiene 15 años y está en la fila del simulador de YPF que imita un viaje al interior de la Tierra, en búsqueda de petróleo.

El simulador de vuelo que funciona adentro de un Boeing 737 de Aerolíneas dado de baja es la principal atracción hace 10 años. Foto Juano Tesone

Alguien que visitó el lugar en 2013, cuando se instaló el simulador, podría preguntarse (como ocurre con otros despliegues de este año): “¿Qué hay de nuevo, viejo?”.

Después de transcurrir media hora parados, varios de sus amigos se tiraron al pasto. Tienen una heladerita con gaseosas y algo de comida.

Para los que caen desprovistos, hay distintas opciones: desde los puestos de delicias regionales; pasando por las postas de café ($ 270 con dos medialunas); los sandwiches de bondiola ($ 400); o el clásico combo de pancho y gaseosa ($ 150 y $ 120 respectivamente).

Los adolescentes, al igual que la mayoría de las personas, llevan barbijo (algunos lo cuelgan al cuello). La distancia social recomendada se mantiene por la enormidad del predio: 32.000 m2 de superficie total. Algunos hasta aprovechan la visita para iniciar o completar su esquema vacunatorio, acompañados de música en vivo.

En el estand de YPF se puede ver cómo es el proceso de extracción de petróleo. Foto Juano Tesone

La página web oficial y el libro Tecnópolis, 10 años (con prólogo de Cristina Kirchner), afirman que la muestra busca reflejar “la historia, el presente y el futuro del desarrollo científico-tecnológico de nuestro país”.

Se divide en tres ejes: el parque propiamente dicho; “Tecnópolis federal”, que comparte contenidos en distintas provincias –probablemente, la apuesta más fuerte de este año–; y “Tecnópolis Digital”.

Este último eje tiene como misión “abordar la ciencia y la tecnología con la intención de divulgar ese conocimiento, de acercar, democratizar y brindar ese capital cultural a todas y todos, en especial a niñas, niños, jóvenes y estudiantes” (sic). Representa, sin dudas, el punto más flojo.

De Ushuaia a La Quiaca

Las ofertas teatrales y musicales de todo el país constituyen lo más reivindicable de la expo. En un mismo día conviven chacareras, chamamés, tango, sonidos urbanos y trajes típicos de toda la geografía argentina. Personas de todas las edades se sientan a observar.

Teatro en Tecnópolis. Foto Juano Tesone

Cantantes y bandas de renombre se subirán –gratis– a los escenarios durante toda la temporada. Ya lo hicieron. El público se muestra entusiasmado y con ganas de palpitar cierta “vieja normalidad”, viendo a sus artistas favoritos, con todos los protocolos.

En el galpón “Mil horas” y sus alrededores, hay shows para jóvenes y adolescentes, enfocados en deportes y expresiones corporales, con talleres, clínicas y demostraciones de parkour, breaking, tenis de mesa, patinaje y skate.

El Centro de Investigación en Audio y Música, integrado por dos estudios de grabación de vanguardia, también muestra la importancia que se le da este año al arte autóctono. “Me siento como un turista conociendo la Argentina”, bromeaba un visitante.

Ayer nomás

Si en 1992 Neil Postman escribió su ensayo Tecnópolis, donde criticaba fuertemente lo que entendía como una fase de la civilización en la cual la tecnología ejerce un monopolio total sobre la cultura y la sociedad, la megaexposición de Villa Martelli podría mostrarse como su contrapunto.

En Tecnópolis falta innovación sobre energías renovables, 5G, biotecnología y neurociencias. Foto Juano Tesone

En las grandes ferias del mundo, el 5G, las neurociencias, la biotecnología, los robots y la inteligencia artificial son protagonistas. Aquí, los visitantes apenas se cruzan con algunos autos eléctricos, un nanosatélite, la tradicional maqueta del cohete Tronador II y un brazo robótico (la mayoría, presente en otras ediciones). No mucho más.

Un anacronismo innecesario. Tanto el sector privado (prácticamente ausente, contra las tendencias mundiales) como los grandes centros de investigación nacionales han avanzado mucho en este sentido, pero eso no se refleja.

La escasez de intercambios con muestras de otros países (sumado a los estands y carteles de dependencias estatales) genera cierta sensación de endogamia.

Incluso faltan ofertas que sí hubo en ediciones anteriores, como las del “Multiespacio sensorial”, el simulador de glaciares y los puestos de animación de videojuegos, así como propuestas innovadoras en torno a las redes sociales.

La “Unidad de Coronavirus” en Tecnópolis. Poco sobre el desarrollo de vacunas. Foto Juano Tesone

La “Unidad de Coronavirus” (“ciencia para la soberanía”), lejos de mostrar cómo es el complejo proceso de fabricación de vacunas (del cual Argentina es parte), se queda en la explicación de por qué es importante lavarse las manos y cuidarse entre todos. Más consigna que ciencia. Y este es solo un ejemplo.

Los experimentos no faltan: los hay, por ejemplo, en espectáculos como “No es magia, es ciencia” o en el estand del Conicet. Pero son sencillos (medición de PH, entre otros); y se dirigen, sobre todo, a los más pequeños.

En el espacio de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se acumulan filas permanentes, la mirada está puesta en la historia y no tanto en las grandes investigaciones que aquella universidad de referencia lleva a cabo.

La pandemia hace necesarias y valiosas las instancias de recreación y aprendizaje gratuitas. Pero, en un momento en que la desconexión de las aulas por parte de millones de chicos -probablemente muchos de los que acuden a Tecnópolis- fue parcial o total: ¿no debería ser prioridad educar para el mañana?

El cuenco hídrico denominado “Humedal Tecnópolis”, construido hace más de 25 años, podría aprovecharse para informar sobre la importancia de la sustentabilidad y contribuir a la formación de una ciudadanía crítica que se involucre en las discusiones públicas.

El humedal pasa desapercibido y está prácticamente desaprovechado. Foto Juano Tesone

Afuera se desarrolla un intenso debate sobre la importancia y las particularidades de estos ecosistemas. Adentro, el humedal se pierde como parte del paisaje, con distintos carteles que pocos se detienen a mirar.

Mucho potencial

Tecnópolis cumplió diez años. Se trata del proyecto de este estilo más grande de la región y ha recibido reconocimientos de entidades como el Konex y de figuras como el escritor chileno Antonio Skármeta. Sin dudas, tiene sus aspectos positivos, que convocan a la gente.

Sin embargo, el grado de inversión y visibilidad debería habilitar a ir por más. Como titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos durante la gestión anterior, Hernán Lombardi conoce como pocos el funcionamiento de Tecnópolis. De hecho, fue uno de los impulsores de “Tecnópolis federal”, que llevaba partes de la muestra a las distintas provincias.

“En 2015 encontramos un predio completamente tomado por la propaganda política“, dice. Y recuerda el videojuego “Angry buitres” (una reversión de los Angry Birds, donde se arrojaba logos de los programas oficiales a las aves), ofrecido a los chicos.

Chicos juegan al ajedrez en el parque. Foto Juano Tesone

“Nosotros también incorporamos mucha cultura a la feria, pero tratamos de no desvirtuar el énfasis de la ciencia y la tecnología, siempre entendiendo que es a nivel de divulgación y no de investigación”, agrega.

Lombardi cuenta una noticia conocida por pocos: Tecnópolis había concursado y ganado para convertirse, en el 2023, en sede de la famosa Exposición internacional, impulsada por el Bureau International des Expositions, desde el siglo XIX.

Con la propuesta “Ciencia, Innovación, Arte y Creatividad para el Desarrollo Humano. Industrias creativas en la convergencia digital”, Buenos Aires le había ganado a Estados Unidos y Polonia. El país se bajó el año pasado, debido a la pandemia y la crisis.

Según las proyecciones, el megaevento, de impacto mundial, podría atraer -por lo menos- diez millones de turistas. También hubiera implicado la llegada de ofertas tecnológicas de los países más avanzados. Lombardi lo considera una oportunidad perdida.

“Propusimos a Tecnópolis para la Expo, lo que implicaba necesariamente una modernización del predio y la transformación estratégica en un parque permanente de ciencia y tecnología”, suma. Actualmente, se está desarrollando la Expo en Dubai.

Juegos para los más chicos. Foto Juano Tesone

Para el ingeniero, empresario y político, el predio de Villa Martelli podría haberse consagrado como un “creador de vocación por la ciencia” -principalmente entre los sectores más postergados de la sociedad- y un centro de divulgación. Según él, los planos arquitectónicos para la renovación y una mayor accesibilidad ya estaban realizados.

En cuanto a la situación actual de Tecnópolis, una de las cuestiones que le llaman la atención es la mala organización.

“Antes, fomentábamos el fast pass, la idea de que la gente no se quede haciendo colas, sino que pueda sacar turnos, para no perder el tiempo. Sobre todo para atractivos que propusimos, como el simulador de ala delta, de gran convocatoria. El respeto de la espera se hace a través del estudio y contribuye a la calidad de la visita“, aclara.

Fila para el teatro. Foto Juano Tesone

De su trabajo, recalca el intercambio con países europeos: por ejemplo, cuando se logró traer la muestra de Darwin, “elevando la calidad general y estando a tono con lo que sucedía en el mundo”.

Si tuviera que incorporar algo a la muestra, no lo duda: “Me metería como loco en el tema de tecnología digital, big data, redes sociales“.

MG

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